sábado, 24 de mayo de 2008

"Tiempo al tiempo" se ha dicho, "Tiempo al tiempo" ha de ser


El tiempo, esa inexistencia que nos hace padecer día tras día, ese inexistencia que nos limita los minutos, horas, días... la vida. Todo el mundo vive regido bajo las normas del tiempo: "sus reglas universales, sagradas e inviolables"... las detesto.
Todo el mundo vive apurado, de acá para allá, corriendo de un lado a otro, sin estar en ningún lado, sin estar con nadie porque el "Tiempo" está pasando, porque ese vendito "Tiempo" aparece de la nada y se va sin decir adios. Ya el "Tiempo" nos limita hasta el goce, hasta el disfrutar de las más hermosas experiencias a vivir.
Pero no todo es malo: el "Tiempo" nos ayuda a olvidar, nos ayuda a reflexionar, nos ayuda a perdonar, incluso nos ayuda a sanar.

Aquí es cuando interviene la estupidez humana y su inmunda impaciencia: siempre queremos todo ya, ahora, en este preciso instante y del modo que queremos.
Obviamente ahí es cuando maldecimos al pobre "Tiempo", sin ser él el culpable, ya que él sólo cumple las reglas del juego, ya que es sólo otro triste títere del destino que se ve afectado a sus propios límites temporales.





Hace poco tiempo comprendí en verdad lo que significaba todo esto, lo que en verdad quería decir que todos, incluso el "Tiempo" está sometido a sus propias reglas:
"Saliendo de confuciones, o tratando de estar menos confundida, pero aún sin saber muy bien lo que quería, sabiendo que estaba haciendo de más, sabiendo que estaba haciendo cosas que no debía de hacer y sin embargo conciente de las iba a hacer de todos modos, caí en cuenta de que tenía que haber un límite, que yo ya había hecho todo y que era momento de sentarme y esperar a una respuesta." No me fue fácil, pero heme aquí, sentada en frente de la computadora, escribiendo y contando (sin contarme) mi triste historia. Confío en que el tiempo me dará la respuesta: aún no segura de qué es lo que quiere mi cabeza, mucho menos segura de si debería escuchar a mi corazón, simplemente decidí sentarme y esperar a esa señal, esa que me diga "si, andá, está ahí sólo para vos", o que me diga "no, ya está, algunas cosas simplemente nunca deben ser".
Pero el tiempo siempre juega con las señales: cómo debo interpretarlas si en un mismo día, en una misma tarde me presenta una señal de cada tipo, una que si y una que no. No importa, porque tiempo es lo que necesito, y tiempo es lo que necesita al tiempo. Asique, si "tiempo al tiempo" se ha dicho, "tiempo al tiempo" ha de ser.

martes, 13 de mayo de 2008

Los sueños: el inconciente, el deseo reprimido y la desesperación.

¿Nunca soñaron algo que los traumatizó y que les encantó? De cualquiera de las dos maneras es molesto: la primera porque, como los sueños suelen ser algo tan real, por instantes se cree que lo ocurrido en el sueño en verdad pasó, ya sea que se refiera a un accidente de caulquier tipo (físico o emocional), distintos tipod de actos, emociones que no queremos sentir; por el contrario, cuando se trata de un sueño hermoso, en el que todo nos sale bien, en el que nos encontramos con las personas que más amamos, todo es perfecto... Ambos tipos de sueño, al despertarnos, nos deja con un sentimiento incómodo, en el primer cosa por haber visto eso que no queríamos ver, y en el segundo caso porque lo que vimos no era la realidad.

El inconciente suele jugar con nuestra mente en nuestros sueños: nos muestra sentimientos que no queremos aceptar, caminos que podrían llegar a tomarse, riesgos que se pueden llegar a correr. Lo bueno es que después de verlos uno es quien decide si volverlos realidad o no. Un ejemplo: verse a uno mismo en un sueño besando a una persona. Puede significar que, aunque no nos hayamos dado cuenta concientemente, sentimos una atracción por esa persona. Vimos la posibilidad de estar con esa persona y es momento de que uno decida si esa oportunidad de llevará a cabo o no. Se puede llegar a complicar más si en ese mismo sueño, por ejemplo, nos vemos junto a una persona que no es de nuestro más sincero agrado.
El deseo reprimido puede distinguirse también dentro del juego del inconciente al vernos en situaciones como las nombradas anteriormente.

Por último, la desesperación o el deseo incumplible, también se traduce en nuestra mente como un sueño: el deseo de llevar a cabo X acto y que en nuestra vida real no podamos por Y motivos, porque Z impedimentos, por Q trabas que nos ponemos y que nos ponen. Pero cuando llega la noche y cerramos nuestros ojos, y todos los pensamientos se ordenan y los impulsos eléctricos empiezan a recorrer nuestras cabezas, las imágenes comienzan a aparecer y por algunas horas todo es fácil, y nada es imposible. Y de repente somos lo suficientemente valientes como para confesarle al mundo nuestro amor, para llevar a cabo todos los actos que despiertos no nos atrevemos. En este sentido si, todo es perfecto, todo es justamente lo que necesitamos.


Finalmente es despertar llega con una nueva salida del sol (una alarma, bocinas del forro de enfrente que siempre bocifera a las 7 de la mañana, no importa que sea sábado, la llegada de un mensaje de texto, un llamado, etc), y ese mundo de alegrías o actos indeseados desaparece, y volvemos a ser, una vez más, los mismo cobardes que no se animan a llevarse el mundo por delante, a darle un beso a la persona que tanto se anhela, a decirle "te quiero" a alguien por el miedo al rechazo...

domingo, 11 de mayo de 2008

Los últimos besos

Por qué es tan difícil acordarse de los últimos besos? De los primeros todos siempre se acuerdan, y se los recuerda con lujo de detalles, en lugares específicos, el día, la ropa que llevaba puesto cada uno, y a pesar de que pasaron mucho antes que los últimos, nunca nadie los olvida.
Tal vez de los últimos nadie se acuerda porque nunca nadie se imagina que en efecto van a ser los últimos, siempre se espera que haya uno más. Pero no, siempre todo termina y en estos casos el final nunca es esperado, siempre viene de sorpresa, y se lleva consigo todo lo que no se llegó a hacer, todas las palabras que no se llegaron a decir, todos los sentimientos que no se llegaron a expresar y, por sobretodo, todos los besos que no se llegaron a dar.