El tiempo, esa inexistencia que nos hace padecer día tras día, ese inexistencia que nos limita los minutos, horas, días... la vida. Todo el mundo vive regido bajo las normas del tiempo: "sus reglas universales, sagradas e inviolables"... las detesto.
Todo el mundo vive apurado, de acá para allá, corriendo de un lado a otro, sin estar en ningún lado, sin estar con nadie porque el "Tiempo" está pasando, porque ese vendito "Tiempo" aparece de la nada y se va sin decir adios. Ya el "Tiempo" nos limita hasta el goce, hasta el disfrutar de las más hermosas experiencias a vivir.
Pero no todo es malo: el "Tiempo" nos ayuda a olvidar, nos ayuda a reflexionar, nos ayuda a perdonar, incluso nos ayuda a sanar.
Aquí es cuando interviene la estupidez humana y su inmunda impaciencia: siempre queremos todo ya, ahora, en este preciso instante y del modo que queremos.
Obviamente ahí es cuando maldecimos al pobre "Tiempo", sin ser él el culpable, ya que él sólo cumple las reglas del juego, ya que es sólo otro triste títere del destino que se ve afectado a sus propios límites temporales.
Hace poco tiempo comprendí en verdad lo que significaba todo esto, lo que en verdad quería decir que todos, incluso el "Tiempo" está sometido a sus propias reglas:
"Saliendo de confuciones, o tratando de estar menos confundida, pero aún sin saber muy bien lo que quería, sabiendo que estaba haciendo de más, sabiendo que estaba haciendo cosas que no debía de hacer y sin embargo conciente de las iba a hacer de todos modos, caí en cuenta de que tenía que haber un límite, que yo ya había hecho todo y que era momento de sentarme y esperar a una respuesta." No me fue fácil, pero heme aquí, sentada en frente de la computadora, escribiendo y contando (sin contarme) mi triste historia. Confío en que el tiempo me dará la respuesta: aún no segura de qué es lo que quiere mi cabeza, mucho menos segura de si debería escuchar a mi corazón, simplemente decidí sentarme y esperar a esa señal, esa que me diga "si, andá, está ahí sólo para vos", o que me diga "no, ya está, algunas cosas simplemente nunca deben ser".
Pero el tiempo siempre juega con las señales: cómo debo interpretarlas si en un mismo día, en una misma tarde me presenta una señal de cada tipo, una que si y una que no. No importa, porque tiempo es lo que necesito, y tiempo es lo que necesita al tiempo. Asique, si "tiempo al tiempo" se ha dicho, "tiempo al tiempo" ha de ser.
Todo el mundo vive apurado, de acá para allá, corriendo de un lado a otro, sin estar en ningún lado, sin estar con nadie porque el "Tiempo" está pasando, porque ese vendito "Tiempo" aparece de la nada y se va sin decir adios. Ya el "Tiempo" nos limita hasta el goce, hasta el disfrutar de las más hermosas experiencias a vivir.
Pero no todo es malo: el "Tiempo" nos ayuda a olvidar, nos ayuda a reflexionar, nos ayuda a perdonar, incluso nos ayuda a sanar.
Aquí es cuando interviene la estupidez humana y su inmunda impaciencia: siempre queremos todo ya, ahora, en este preciso instante y del modo que queremos.
Obviamente ahí es cuando maldecimos al pobre "Tiempo", sin ser él el culpable, ya que él sólo cumple las reglas del juego, ya que es sólo otro triste títere del destino que se ve afectado a sus propios límites temporales.
Hace poco tiempo comprendí en verdad lo que significaba todo esto, lo que en verdad quería decir que todos, incluso el "Tiempo" está sometido a sus propias reglas:
"Saliendo de confuciones, o tratando de estar menos confundida, pero aún sin saber muy bien lo que quería, sabiendo que estaba haciendo de más, sabiendo que estaba haciendo cosas que no debía de hacer y sin embargo conciente de las iba a hacer de todos modos, caí en cuenta de que tenía que haber un límite, que yo ya había hecho todo y que era momento de sentarme y esperar a una respuesta." No me fue fácil, pero heme aquí, sentada en frente de la computadora, escribiendo y contando (sin contarme) mi triste historia. Confío en que el tiempo me dará la respuesta: aún no segura de qué es lo que quiere mi cabeza, mucho menos segura de si debería escuchar a mi corazón, simplemente decidí sentarme y esperar a esa señal, esa que me diga "si, andá, está ahí sólo para vos", o que me diga "no, ya está, algunas cosas simplemente nunca deben ser".
Pero el tiempo siempre juega con las señales: cómo debo interpretarlas si en un mismo día, en una misma tarde me presenta una señal de cada tipo, una que si y una que no. No importa, porque tiempo es lo que necesito, y tiempo es lo que necesita al tiempo. Asique, si "tiempo al tiempo" se ha dicho, "tiempo al tiempo" ha de ser.